miércoles, 28 de enero de 2015

Una mamá presente en cuerpo y alma.

La presencia física es indispensable en la crianza de nuestros hijos, pero también lo es la presencia emocional. Estar y ser parte de sus alegrías, amarlos sin condiciones, aceptar lo que son y no lo que queremos que sean, ayudarlos a conocerse, ayudarlos a conocer su entorno, todo esto es solo parte de nuestra ardua labor como madres.

La sociedad nos ha empujado (y nosotras nos hemos dejado empujar) a un estar robotizado, sin un verdadero contacto con nosotras mismas, y por lo tanto alejadas del contacto con los otros. Pasan las horas, pasan los días, pasa la vida, mientras muchas de nosotras aun no nos encontramos. Nos preocupamos tanto por lo que nos falta, que hemos perdido el norte, hemos dejado de percibir los encuentros y la presencia como la esencia. ¿Que necesitan nuestros hijos? Que mamá ESTÉ, más allá de la pelea en el almuerzo, más allá de aquel lindo regalo, simplemente menos allá y mas acá. 

¿En que momento conocer a nuestro hijo se convirtió en una tarea? Nos hemos dejado llevar por un modelo que nos exige (según percentiles y estadísticas) "impulsar" y "estimular" el desarrollo de nuestros hijos para que calcen en el modelo externo "deseado", cuando realmente deberíamos de tomarnos la leve molestia de ayudarlo a descubrirse, a sacar lo mejor de si, ayudarlo a dar cada paso en la medida de su zancada y no de la nuestra.  

En esta aventura materna no he conocido madre que no añore lo mejor para su hijo, y lo mejor para ellos (así suene a ego) somos nosotras, ellos necesitan madres presentes y sanas, madres que se conozcan como mujeres y que sepan descubrir quienes son más allá de la identidad que han construido a su alrededor, madres decididas a despojarse de las ideas preconcebidas acerca de sus hijos, madres que se alejen de las etiquetas, madres que no se entreguen en cuerpo y alma únicamente a la maternidad ¡así como lo lees! En el momento que perdemos el equilibrio, perdemos contacto con nosotras mismas y no hay madre más toxica que una madre desenfocada.  

El mejor regalo para nuestros hijos siempre será el ESTAR.